Justo un día después se me ocurre buscar en Google -como quien no hace nada y se busca una afición- al google maps. Yo a esta página nunca he sabido como dominarla bien, me marean los mapas, los nombrecitos, la lupa que va de más a menos, el girar de la perspectiva. Todo eso que en pocos minutos se te hace familiar y dices: Oh, ya que estoy aquí voy a ver mi casa desde el cielo, y te imaginas volando como un ave, podría ser un cóndor, pero esto no le haría mucho favor al cóndor, porque no creo que un cóndor se pase los minutos de su vida buscando la calle Cosme Bueno sólo para verla medio pixeleada….
Luego pongo la Calle Sarría 15, y hago click en alguno de esos botoncitos hipervinculados que me dan la opción de hacer un viaje trasatlántico y subirme en un avión ficticio e ir de aquí para allá sin el trauma de Spanair. Es cerrar los ojos y estar en la puerta de tu casa, volver a cerrarlos para luego abrirlos y estar en Getafe… atendiendo la clase. Aparecer luego, un ratito, como quien no quiere en Camaná, la cuadra 3, ooooo estar por Las Flores, La Molina, Barranco. Venir un rato a Madrid y encontrarse con Nana, Carla, Alberto, y otros amigos y tomarnos un calimocho en un día de sol o en un día de nubes con afán de protagonismo.
La vida no es sueño. Sueño, sueño es que google maps teletransporte en la vida real, y a un precio que venga incluído en la tarifa plana de internet, y que se cobre cada dos meses, con un mantenimiento subsidiado por el gobierno de Zapatero. Sí, que ese dinero lo saque de los impuestos que pago cada vez que me compro un boli o un chuche. Bueno, es sólo una propuesta.