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Posts Tagged ‘ceguera’

Es 17 de junio de 2008, Pongo tiene ya 11 años.  Dudo que sea el perro más felíz del mundo, dudo que sea feliz, dudo que vuelva a ver, pero no importa, Pongo tiene 11 años y yo soy feliz de tenerlo todos mis días, de que me mueva la cola, de que me huela, de que escuche «comida» y se emocione.

Mañana tenemos una cita con el oftalmólogo, ojalá su ceguera pueda ser recordada sólo como un «entrenamiento obligatorio del olfato y demás sentidos».

Todo va a estar bien, te adoro Pongo.

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No sé, es probable que me merezca que le hable y que no me quiera oir, que le toque y haga el que no me siente, que encienda la luz, la apague y no tenga ni idea de lo que hago. Entonces le grito su nombre apenas llego y es como si me dijera «aquí no pasa nada».

Me siento entonces cada noche, a buscarle un tema de conversación, a pensar en qué es lo que le puede estar doliendo, a mirar sus ojos, a mirarlo de lejos de cerca, a mover mis dos dedos tontos y preguntarle «ahí qué ves» yo sé, él no quiere que lo molesten, pero yo no quiero decirle adiós.

Pongo, mira aquí, aquí – hago sonar mis llaves para ver si despierto interés en èl, pero nada- Ponguito, perdóname. Yo sé que no me puede oir ni ver, sé que me huele, quizás este sufriendo pero no me siento capaz de decidir su vida. Odio mis días libres, el poco dinero que tengo, las horas que duermo, las que escribo, las que leo, odio todo si al final no puedo ayudar a este ser que quiero, que me pertenece.

Hoy cuando llegué y lo encontré fuera de su casita, lo saludé en voz tan alta que estaba segura me tenía que oir y se emocionó, movió su rabo y yo le seguía hablando, me puse a pensar que quizás recuerda cómo soy, la cara que tengo, mis manos, la cantidad de muecas que le hago para que me siga prestando atención.

Yo si me quedara ciega creo que entre las mejores imágenes que guardaría en mi memoria sería a Pongo mostrando la puntita de su lengua, con el hocico cerrado, o a Pongo en el concurso de mejores mascotas del distrito,  a Pongo cuando me lamía la mano, cuando lo encontraba durmiendo en mi cama. Creo que sobre todo a Pongo cuando tiene miedo de un perro más grande y retrocede lentamente como quien sabe lo que puede y lo que no. Y entre todas esas imágenes al Pongo de ahora, de doce años por cumplir, que no me deja dormir porque me ha mirado, y me ha dicho con esos ojos bien abiertos: «no puedo ver nada».

 

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