Robert Kincaid: This kind of certainty comes but once in a lifetime
Archive for noviembre 2008
Los puentes de Madison
Posted in Uncategorized, tagged clint eastwood, los puentes de madison, robert kincaid on noviembre 30, 2008| Leave a Comment »
El otoño resplandece
Posted in Uncategorized, tagged nostalgia, otoño, viento on noviembre 17, 2008| 2 Comments »
Cómo sé en qué momento me recuerda, si escucho una canción y lo evoco: ¿está pensando en mí?. Si hablo fuerte a mi eco interno, si me pido una copa, si respiro profundo, si me siento en la parte posterior de un coche, si camino por un parque de noche, si le doy vueltas a las bombas, si me pongo enfrente, si volteo, si pierdo, si gano. Cómo y cuándo piensa en mí. ¿Cuando me escribe? No, no… eso no basta. Un asunto de melancolía, de invención, de hojas amarillas, de un viento que sopla fuerte.
Agonía de alma en pena
Posted in Uncategorized, tagged agonía, alma en pena, dios, poemas on noviembre 16, 2008| 3 Comments »
Se ha cortado la piel con tijeras de cabello
ha armado con sus dientes caídos un collar
sus uñas han marcado en su pared
una súplica: Dios
Trenzando sus tres pelos más largos
ha ido hacia el espejo
y levantando el rostro
con labios rojos desteñidos
ha dicho: Yo me muero
Lo ha dicho, lo ha decidido
¡Yo me muero! ¡yo me muero!
Súplica, súplica
al señor Dios si algún día voltea
la mira
y se muere.
MPG.
De Miguel Ildefonso
Posted in Uncategorized, tagged la estatua desenterrada, miguel ildefonso, poemas, vallejo on noviembre 14, 2008| Leave a Comment »
LA ESTATUA DESENTERRADA
Tú te viste en el amanecer de junio,
en una banca de madera junto a la estatua de Vallejo,
tus pulmones eran bolsas de alcohol,
y la mañana te dijo hijo por qué no vuelves a casa.
Tus ojos en la pista, te viste con el corazón
abrigado en el frío.
Tú mirabas y tu pensamiento era una mujer
caminando a la calle más oscura,
tú sentías y aquello era tu mirar y tu pensar.
Solías caminar ciertas calles, lugares donde no se piensa;
pensar era una flor, pensar era el amor, pensar era una calle.
La señal de que la noche había terminado era una paloma
en la cabeza de Vallejo.
Eras todavía el fauno que se enfrentó a la noche,
con la misma noche que mataba siempre a los poetas,
como por venganza.
Estabas demasiado lejos de tus sueños,
sueños que no alcanzaron a cruzar el río.
Tu lágrima era caminar ebrio y luego no recordar nada.
Tu miedo era la tranquila noche en un paradero
hablándole a Dios que no existe.
Tu mar era el mar donde querías que vaya todo,
para que así la poesía sea posible y no una cosa
separada del mundo.